Friday, November 07, 2008

Dios


Un día él despertó y vio que a su alrededor sólo oscuridad existía. Y lloró durante eones, tratando de hallar algo que hiciera que las tinieblas se fuesen.

Al final, sus lágrimas hicieron se enraizaron en el suelo que era oscuridad, y desde allí dieron luz a todo.

Y esa luz amamantó a los frutos de un árbol que desde ese entonces floreció sin fin, y del cual nacieron los seres que habitan el mundo, aunque todos olvidaban su origen al abrir los ojos.

Y el árbol creció hasta trepar hacia el límite donde la luz podía abrigarlo. Los seres vivientes vieron esto, y ya que ya habían crecido, algunos bajaron y hablaron con el supremo creador, entre alabanzas y rezos, le dijeron que ellos crearían una luz más, para que permitiera al árbol seguir creciendo.

Pero el Creador, celoso de su creación, no sólo no los oyó, sino que destruyó el tronco del árbol, para que sus hijos no se sintieran soberbios de nuevo y desearan hacer algo como él lo había hecho.

Y sólo por las dudas, Dios echó una pizca de sal sobre el nuevo árbol que acababa de plantar, para que los hombres nacieran ciegos desde siempre y no volvieran a desafiarlo.

Sunday, April 20, 2008

Verdad

He sentido el rítmico sonar de su ira, inundando todos los universos, todas las dimensiones, y aún no puedo comprenderlo.

Allá en las estrellas, en el frío abandonado del espacio, su voz es repetida como una salmodia, azuzando a que la energía, aquella que da vida, se transfigure, y mienta a aquello que crea.

De astro en astro, ha reverberado su voz, y con terror y Lealtad respondieron todos sus aliados. Lo sé bien, porque luego de mi blasfemia, bajé hasta el mundo, y caminé por la baranda que vislumbra la historia, rápidamente, extinguiendo años, siglos, y milenios.

He visto el final del engaño que se llamaba humanidad.

Y vi lo que está después. Ese vacío y ese frío interminables, que lloran eternamente, sin luz que los bañe, excepto la que mendiga el negro espacio.

Pero allí tampoco estaba Musette. Ni siquiera su presencia.

Así que volví hacia el momento de mi nacimiento. Busqué entre los restos del hombre que me hizo nacer, y quise ver si allá, entre sus recuerdos, quedaba una figura pálida, más hermosa que el fulgor que dio vida a todo.
Lo que estaba dentro de esa carcasa, no era un pensamiento. No una memoria. Era algo como un aroma tímido, asomando a través de la muerte que lo había arrebatado. Me rodeó, me recordó los sentidos que poseía cuando era una criatura aún.



Es en honor a ese tibio perfume que ahora vuelo de nuevo, rompiendo las ataduras del espejismo de la realidad, y llego hacia lo profundo de la Tierra de los Sueños. He de verlo de nuevo. El Antiguo no podrá arrebatármela.
La presencia de la Comarca Maldita, empero, está presente, al menos como un espejismo ponzoñoso, en el mundo consciente. He observado algunas figuras arropadas en un negro infecto, aullando hacia esa dirección, cada vez que el sol volvía a salir y destrozaba los migajones de la noche.

Pasé junto a algunos, y percibí algo de su odio. No me ha lastimado, sino que me ha estado guiando.

Sí. Fue gracias a esos chillidos, a esas lágrimas de rencor y a la desesperación de las figuras destrozadas y hediondas, que supe hacia dónde debía virar, y atravesé campos infértiles, donde sólo ellos estaban, y volé sobre el infinito océano que está a su vez con los vivos y con aquellos cuyas mentes escapan cuando sus ojos se cierran.

Sólo algo había, en medio de aquella alfombra de formas cambiantes. Y era algo así como una isla, perdida en la inmensidad. La forma de sus playas dibujaba una herida en la marea, como si una gota de sangre estuviese manchando permanentemente el blanco etéreo de la superficie. Una especie de monte había en la roca pelada y rojiza, y desde él florecía una construcción extraña, de un solo cuerpo, del que asomaban arbotantes que asemejarían jirones de carne putrefacta. Me acerqué a él, y tímidamente mi espíritu sintió el carcomido hedor de las almas de los Cultistas, encerrados en ese infierno.
Nunca más esas almas podrían salir de allí, y permanecerían por eones, sufriendo el tormento de no volver a oír la voz del Antiguo.
En el palio exterior, desde donde de dejaba entrever algo así como una plazoleta, aún permanecía uno de ellos.

Lo vi, durante mucho tiempo, mientras realizaba su macabro ritual.

Él tenía a sus pies, los restos despedazados del que habría sido un compañero suyo. La sangre rebosante manchaba el suelo con dolor, y sus órganos, lentamente iban siendo dispuestos, formando algunos símbolos, compenetrándose con un efluvio de rabia maldita.
Mi espíritu se acongojó, observando que el interior de estas criaturas era acaso, en mi torturada imaginación, el mismo del que se componen los humanos.

Pero la tristeza no tenía cabida en mí. Porque yo soy capaz de comprender todas las lenguas, y un símbolo arcano nunca depararía un secreto para mí.

Abandoné al demente Cultista y sus tétricos instrumentos de escritura, y me arremoliné junto a un viento que abrazaba la noche que llegaba dando golpes azarosos al mundo sin su tirano.

Y viajé a la ruta que ese símbolo señalaba. Hacia R`lyeh.




Cuando la luna roja se aproximaba a su cenit, y el viento salvaje rugía en su máxima intensidad, el pánico sempiterno comenzó a calar las oleadas del mar.
Todo quedó sumergido en una quietud imposible, y por fin, arrasando con todo, el horizonte se manchó de perversión. Allá estaban las formas retorcidas de la Ciudad donde habita Él.

El día iba aclarando, mientras yo me deslizaba con lentitud entre las callejas dibujadas con agua moribunda, y recorría los muros negros de devastación.

Algo pasó, porque no he llegado a sentir temor.





Y mientras dejo estas palabras volando en el viento del mundo, voy a recordar los instantes que precedieron a mi último sueño.

Como dije, volé sin sentir miedo, ni siquiera al estar en la fuente de toda pesadilla. El estoicismo que me cubría, empero, me rodeaba de tal ansiedad que un par de veces creí que mi cuerpo regresaba y sentía la vibración de su sangre palpitante.
Así fue, y estuve casi seguro de que estaba vivo de nuevo, cuando llegué al monolito principal, y observé la monstruosidad que opacaba toda virtud.

Él aún está ahí. Sus tentáculos, aquellos que lo cubren todo, se retuercen con una demencia malsana que de llegar hasta donde están los vivos, habrían destruido todo ya.

Aunque pasen los milenios una vez más y el Universo vuelva a existir, jamás comprenderé cómo algo puede ser tan gigantesco y tan pérfido.
Ese día, dejé que mi mirada extraviada, que veía un horizonte cubierto enteramente por la masa verdusca y tortuosa de Él, la busque, pero no pude llegar a ver nada. Ni aquella cornisa donde Ella me dijo adiós, ni tampoco el débil brillo de su divinidad.


Pero no sentí temor, así estuviese junto a aquel que creó el mundo donde yo habité cuando estaba vivo.


¿Es que acaso su poder se ha desvanecido? No lo creo, pues su rugido, acá, se oye tan fuerte que no comprendo cómo los humanos aún están sobre la Tierra.

¿Será su mente? Con un sonar trágico, recordé cuando yo vislumbré a Musette, hace tanto tiempo, y que mi conciencia huyó hacia donde no podría volver. Y mientras en esto pensaba, observé la integridad de este mounstro al que algunos llaman Dios, y rememoré la noche en que mi vida se destruyó, y cómo, fui cayendo inexorablemente en un vórtice del que logré salir sólo con mi muerte.

Y lo último que recordé, antes de que mi espíritu cayera exánime al suelo infecundo y blasfemo, fue un dístico, extraño y misterioso, donde alguien con la conciencia rota hablaba sobre Él.

“No está muerto lo que puede yacer eternamente, y en las oscuras profundidades de lo desconocido, hasta la muerte puede morir”




Cuando el cansancio arrebató a mi espíritu de la brecha que une a los dos mundos en este lugar maldito, creí flotar en un devastado simún hecho de divinidades desconocidas, que me llevaron en sus mecidas nubes, hacia un nuevo océano, hecho de luz y belleza. Llegué hasta allí con una brisa que hablaba ligeramente de un sitio, más allá del Universo, donde el frío eterno abrazaba un amanecer de nunca acabar.
Fue allí, donde estaba su presencia.

Guiándome, Musette se recogía en ese mar de belleza, y flotando, se dirigía hacia una luz pura, que nada podría alcanzar si no fuese un Ser hecho de Verdad.




FIN



La Paz, Bolivia, sábado 19 de abril del 2008, a las 12 29, luego del mediodía.